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Reto 1º (pero hay muchos más retos ahí fuera!!)

 

¡Buenas tardes seguidores de mi blog primerizo!

Espero poco a poco enseñarle a andar, coger la cuchara solito y hablar de manera coherente... Gracias por la paciencia en ese proceso, a todas y todos.

Recientemente he tenido oportunidad de leer una entrevista a una mujer pintora, vulgo de “brocha gorda”, extensible a la cuestión del género en determinadas áreas profesionales, que me pareció interesante por lo que les contaré a continuación. En la misma Inma Ocaña exponía sus vivencias como mujer dedicada a pintar en edificaciones durante diez años, un mundo que hasta ahora está ocupado casi en su totalidad por hombres. Y es que no en vano se ha venido entendiendo que la obra, que “el tajo” era para tipos rudos capaces de soportar esfuerzo físico y condiciones ambientales duras, lo que conforme a la visión oxidada de las cosas nunca podría aguantar una fémina. La tal Ocaña afirma que de noche, cuando la llamaron del INEM para ofrecerle su primer trabajo en una obra, se despertaba cada dos por tres “porque le habían hablado de la obra como algo muy duro, y tenía que dar la talla”, y que le decían “que por ser mujer eso va a ser muy duro y que no vas a poder”.  Y pudo, obviamente.  También nos cuenta que en las primeras jornadas de curro, siempre rodeada por hombres que se extrañaban cuando aparecía, algunos le decían “¿A ti cómo te mandan a trabajar aquí?”: Ella siempre les contestaba que venía a lo mismo que ellos, a trabajar y ganarse el sueldo, y a la postre comprobaron su pintura y vieron que era como un compañero más (ni peor, ni mejor, eso de la calidad del trabajo no depende del género).

 👍

Con todo, es del todo cierto que en el sector de la construcción cuesta que seleccionen mujeres como peones en las ofertas que salen. Como nuestra pintora reconoce, persiste una serie de prejuicios con las mujeres y más si tienen cierta edad Ya sabéis, eso de que las mujeres son más curiosas y detallistas y ralentizarán el trabajo, o que físicamente no son igual de fuertes que un hombre y no podrán llevar la pintura aquí o allá. Me hace gracia una experiencia suya en particular: un día otros obreros la vieron subida a lo alto de una escalera y le dijeron que se bajara porque se podía caer. ¿No puede caerse cualquiera, hombre o mujer, si se pone en riesgo?

 

Está claro que esto de los prejuicios de género sigue latente en muchos ámbitos de la vida. Pero me temo que en todos los sentidos, ¡no pensemos únicamente en la discriminación de la mujer! La igualdad ¿no es acaso igualdad entre todos, mismas oportunidades, mismas obligaciones, mismas condiciones ante el mismo hecho?

Si queremos que haya igualdad real y honda, superando los postureos de cada día, hay que trabajar por ella en todos los frentes. Y ahí viene mi interés por la experiencia de la pintora antes descrita. Veréis, no es fácil encontrar una narración así para un hombre en un sector eminentemente feminizado como la educación en guarderías. Sí, ya hay muchos enfermeros matronas (sí, matronas, no parece que aquí el género de la palabra sea casus belli) e infinidad de profesores de primeria. ¿Pero cuántos hombres hay cuidando niños en guarderías? Yo he sido tan buen cuidado de mis hijos como mi mujer, o mejor (no se lo comenten). No obstante, no existe ni la más remota opción de que yo encontrara trabajo en un centro preescolar con bebés. Se me presupone, como en otros sentidos a la pintora Ocaña, que soy inútil para esa profesión solo por mi género (masculino). El hombre solo por serlo es bruto, incapaz de manipular bebes salvo para fines pederastas, poco hábil para cuidarlos o darles de comer. Y sin embargo no encuentro políticas de discriminación positiva en ese mundo laboral. Ni a colectivos que pongan de manifiesto esa desigualdad de género. ¿Acaso también no tiene que estar lo público ahí para sensibilizar e impulsar?

 

Yo quiero que mis hijos el día de mañana puedan elegir cuidar niños o pintar en obras, porque les guste o vean salidas profesionales en ellos, no por ser mujeres o hombres. Desde luego.  



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